Se habla mucho de felicidad en el trabajo, pero no se practica tanto. Nuestra mente suele estar enfocada a las tareas pendientes o las que están por venir. Tenemos poco tiempo para conversar o hacer las actividades que nos gustan. Las vacaciones tardan en llegar y se pasan demasiado rápido. En realidad, vamos con el piloto automático y eso es todo lo contrario a experimentar la felicidad que a menudo suele estar en las pequeñas cosas.
Para las personas que tienen equipos a su cargo, el desafío es mayor. Cada vez somos más conscientes de que la alegría e ilusión son ingredientes básicos en los equipos y proyectos y el buen líder debe ser un buen líder emocional, así que vamos con un Manual de uso básico de cómo hacer felices a tus empleados.
1. Aprender a escuchar
El primer paso es escuchar para conocer a nuestro equipo, aprender de él y fomentar la cooperación y la búsqueda de soluciones conjuntas. Además, cuando las personas nos sentimos escuchadas, nuestras dudas, preocupaciones y miedos disminuyen, por lo que incrementamos nuestro bienestar, además de nuestra integración en el grupo.
Zenón, el fundador de la escuela estoica, decía que «Tenemos dos orejas y una sola boca, justamente para oír más y hablar menos» pero… ¿es así como funcionamos? A menudo oímos más que escuchamos, porque mientras alguien nos habla nuestra cabeza sigue funcionando a toda mecha generando pensamientos, recuerdos, opiniones y no tenemos puesta nuestra atención en el otro, sino en nosotros mismos. Nuestro diálogo interno es una grandísima barrera en la comunicación interpersonal.
Recuerda que no se trata de invertir tanto tiempo como calidad en la escucha. En este sentido, puedes practicar la escucha activa:
- Date cuenta de tu diálogo interno y no te «subas» a cada pensamiento, déjalo pasar para volver a poner tu atención en la otra persona
- La respiración es un ancla para volver al presente y a la otra persona. Si te has escapado mentalmente, sé consciente de tu respiración y volverás de forma automática al aquí y ahora, a la conversación
- Observa a tu interlocutor como si lo acabaras de conocer -especialmente si lo conoces hace mucho tiempo-, no fijamente, sino con sana curiosidad, para descubrir sus muchas facetas. No terminamos de conocernos a nosotros mismos, así que es imposible que conozcamos a los demás tanto como nos pensamos
- Pon atención a su lenguaje no verbal: su tono de voz, su energía personal, sus gestos… Solo observa toda la información que te llega de esa persona
- No enjuicies a la otra persona, ni siquiera mentalmente. Cuando escuchas sin juicios, tu interlocutor lo percibe y se abre de un modo diferente. También se da cuenta cuando lo enjuicias y se cierra. Si no lo crees, solo tienes que ver la situación a la inversa, ¿alguna vez has percibido cómo alguien estaba enjuiciándote, aunque no haya dicho ni palabra?
- Evita dar consejos -ay, cómo nos cuesta-. La mayoría de las veces, la otra persona no quiere un consejo, sino expresar qué opina o cómo se siente. Oír un consejo a menudo nos hace cerrarnos al otro. Evítalo incluso en los casos en los que alguien te pregunta… ¿y tú, qué harías? En el fondo, no va a seguir tu consejo, solo quiere contrastarlo con sus propias opiniones.
Todos anhelamos sentirnos escuchados y atendidos. Ahí tienes una sencilla clave para insuflar felicidad a tu alrededor.
2. Aprender a delegar
«Me cuesta menos hacerlo yo que explicártelo» o «esto no tiene nada que ver con lo que he pedido» o «¿por qué no está hecho lo que encargué?»… Los problemas con la delegación de tareas son habituales. A menudo se dan porque no comprendemos que delegar una tarea es un proceso con diferentes fases que hay que tener en cuenta. Aquí te las detallamos:
- Definir qué hay que hacer y para qué y comunicarlo. Delegar no es mandar, sino desarrollar una estrategia con una finalidad. La persona que acometa la tarea debe conocer el objetivo de la misma para comprometerse realmente y poner su energía a disposición.
- Identificar a la persona adecuada para acometer la tarea: muchas veces delegamos en quien tenemos más a mano, que además suele estar sobrecargado de trabajo o en quien consideramos que tiene tiempo o potencial pero quizás no es la persona adecuada o no es el momento adecuado. Asegúrate de haber elegido a la persona con buen criterio.
- Asegúrate de que la persona ha entendido la tarea y su finalidad. Da instrucciones precisas. Aun así es muy fácil que haya malentendidos, porque tu interlocutor no eres tú, no percibe la realidad de la misma manera. Una vez explicada la delegación, pregúntale para asegurarte de que ha comprendido el encargo y acepta que si no ha sido así es porque el mensaje no está bien transmitido. En ese caso, prueba a explicarlo de un modo diferente.
- Establece plazos de vencimiento e indicadores de resultados. La otra persona debe saber con seguridad cuándo debe estar hecha la tarea y de cómo acometerla de forma correcta, de ahí que tengas que darle pautas y ejemplos claros de qué es para ti esa tarea bien hecha. Recuerda escuchar y estar abierto a las sugerencias de la otra persona respecto a la forma más adecuada de ejecutar la tarea y a sus comentarios.
- Haz un seguimiento. No esperes a la fecha de vencimiento. Pacta previamente cómo vas a hacer el seguimiento de la tarea o interésate durante el proceso por si han surgido imprevistos o dificultades. Delegar tareas no es «soltar un muerto», sino trazar un camino estratégico que bien realizado va a estrechar tu vínculo de confianza con tu equipo.
3. Aprender a motivar
El liderazgo ha adquirido nuevos estilos más acordes con los tiempos y con los desafíos actuales. Cada vez más, los líderes de equipo son reportados por sus propios equipos y valorados en relación a su capacidad para motivar a sus trabajadores. ¿Y cómo puedes motivar a tu equipo? Hay muchos ejemplos. Si tu empresa es grande, puedes desarrollar alguna herramienta de comunicación interna, como un canal de vídeos motivadores que comparten los propios trabajadores y puedes establecer un mínimo tiempo diario para disfrutar de un momento de relax inspirador. También hay organizaciones que han creado la figura del Chief Happiness Officer, responsable de retener y atraer el talento.
Tu propia motivación va a ser fundamental, pero tiene que ser una sana motivación, si es forzada, tus trabajadores lo notarán y no se lo creerán o se estresarán aún más. Los seres humanos funcionamos con neuronas espejos, las emociones se contagian y las tuyas pueden extenderse como la pólvora, así que mejor que sean emociones útiles.
Para mejorar tu automotivación, calíbrate cada mañana, es decir, identifica tu estado interno. Del 1 al 10, ¿cómo te sientes en cuanto a nivel de energía y a emociones agradables? Si tu nivel es menor de 7 y vas a tener un día intenso, ¿cómo puedes incrementarlo? Quizás escuchando algo de música o viendo un vídeo, un mensaje o una conversación con un ser querido, leer algo que te gusta especialmente, practicar un poco de deporte… Si no tienes más que unos minutos, simplemente respira profundo y visualiza una imagen que te haga sentir bien. Si tu nivel es muy alto, cuidado, puedes apabullar a los demás, la virtud está en el equilibrio.
Recuerda siempre que tus comentarios y emociones impactan en los demás. Revisa si el impacto que tienes es el que deseas y haz los reajustes necesarios en ti, porque es en ti donde está la clave. No olvide que el humor, la alegría y la felicidad son contagiosas.